Sparrows -Gorriones- Rúnar Rúnarsson
Voces que pugnan por salir
Sparrows -Gorriones- Rúnar Rúnarsson
Miguel Laviña Guallart | 7 abril, 2022
Un joven entona una hipnótica canción de coro en el interior de un contenedor vacío de una fábrica. Esta voz se eleva por el desnudo y cilíndrico espacio, atraviesa sus paredes metálicas, pugna por alcanzar su orificio superior, un círculo luminoso que se abre al cielo. Esta imagen, cargada de simbolismo, condensa algunas de las claves de Sparrows -Gorriones- (2015), segundo largometraje del director islandés Rúnar Rúnarsson. La soledad del adolescente en la penumbra de este enorme espacio, el contraste entre la belleza de la canción y la herrumbre de las paredes, los sentimientos que se adivinan a través de su voz frente a un pétreo paisaje, la contemplación de una dimensión superior, hacia la que se dirige la mirada y la canción del muchacho. La incorporación del espacio como mecanismo definitorio, y distintos elementos que encuentran su reflejo y contraste, son algunas de las constantes a lo largo de Sparrows. Estos elementos dan forma a un relato iniciático que, una vez más, se adentra en esa dolorosa sensación de soledad y extrañamiento que acompaña a la adolescencia.
Rúnar Rúnarsson observa con inteligente y delicada mirada el difícil tránsito de este joven, Ari, hacia la edad adulta. Su madre parte hacia el extranjero, por lo que se ve obligado a dejar Reikiavik, y trasladarse a una pequeña localidad del norte de Islandia. Allí deberá volver a vivir con su padre, al que apenas ha visto en seis años, y adaptarse a los cambios del lugar donde pasó su infancia. Por tanto, el film parte de la premisa de un adolescente expulsado abruptamente de su entorno, y sus contradicciones ante una realidad por momentos desoladora, y que le es extraña. El túnel que atraviesa en coche -y que le conduce a su nuevo destino-, podría ser una metáfora de esta situación: la oscuridad da paso a una repentina luz, el nacimiento hacia una nueva vida.
El director islandés Rúnar Rúnarson se adentra en la dolorosa sensación de soledad y extrañamiento que, en ocasiones, acompaña a la adolescencia. Una inteligente mirada, delicada pero implacable, por la que fue reconocido con la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián de 2015
La mirada de Rúnarsson se concentra en estáticos planos generales y sostenidos primeros planos. Tal y como ha declarado el director, intenta dotar a Sparrows de una especie de realismo poético, mediante secuencias que se extienden en un solo plano, que se funden con la fascinación que emana del horizonte islandes. En la construcción de estas imágenes utiliza elementos como los espejos en la profundidad de campo, y el montaje interno a través del movimiento de los personajes y el sonido. Logra transmitir los pensamientos del muchacho y ahondar en sus sentimientos, en especial a través de su mirada en los primeros planos, en sus escuetas respuestas y elocuentes silencios.
La narración avanza mediante una serie de imágenes paralelas y elementos que encuentran su reflejo -al tiempo que su contraste-. La vitalidad de las personas mayores –la gimnasia que practican en la piscina o el luminoso personaje de su abuela-, frente a la deriva destructiva de su padre alcoholizado. La imagen del comienzo de la vida en la cría de foca y la brutalidad en la escena de la caza. La realidad de la muerte y la búsqueda de respuestas en la vida que se extiende en el horizonte. El paralelismo entre la sordidez de las relaciones sexuales, y que Ari ocultará por dos veces. El sol de medianoche, una claridad que diluye la noche con el día, incide también en la sensación de confusión del joven. Rúnarsson consigue que el espacio juegue un papel determinante, estableciendo un diálogo entre el personaje y la imponente presencia de una naturaleza que puede resultar opresiva o liberadora. Bajo la belleza de este paisaje islandés se intuye un convulso interior volcánico, similar a la latente incomprensión que siente el muchacho. Unas voces que pugnan por salir, y que estallan en puntuales momentos de ira.
Rúnar Rúnarsson construye con minuciosa precisión el camino recorrido por el joven Ari, hasta alcanzar el demoledor tramo final, en el que recupera el argumento de su cortometraje Two Birds (2008). La variación del cineasta sobre su propia obra permite desarrollar la potente idea que contenía aquel corto. Han transcurrido siete años y el niño protagonista de Two Birds–también llamado Ari y encarnado por el mismo actor, Atli Oskar Fjalarsson-, es ahora en Sparrows un adolescente que puede encontrar la redención en su decisión. Este acto precede, y adquiere pleno sentido, en un último gesto hacia su padre, que el director sabe dejar abierto a distintos significados. Tal vez la búsqueda de consuelo, el perdón o la aceptación de la vida adulta.
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