La última película Peter Bogdanovich
Vientos de nostalgia
La última película Peter Bogdanovich
Miguel Laviña Guallart | 27 mayo, 2021
Cuando pasó el cartel de salida del pueblo se detuvo un momento. Las grises praderas y las crestas castañas se le antojaban demasiado vacías. Él mismo se sentía demasiado vacío; tan vacío él y tan vacío el paisaje que le resultaba arriesgado continuar: podía ser que se lo llevara el viento.
–La última película, Larry McMurtry, 1966- (1)
Un pequeño cine cerrado, resistiendo el paso del tiempo en una polvorienta calle desierta, surcada por un viento infinito, es la imagen que abre y cierra La última película (The last picture Show, 1971) de Peter Bogdanovich. El viento es un elemento presente, de forma insistente, tanto en las páginas de la novela homónima del escritor y guionista Larry McMurtry, como en su espléndida adaptación a la pantalla. Un viento que acompaña las sucesivas estaciones que comprende el relato, seco y sofocante algunos meses, perturbador la mayor parte del tiempo. Su presencia, incluso de forma inconsciente, acentúa el aislamiento de Anarene, una pequeña población de Texas donde cierra el pequeño cine local, y la impresión de melancolía que parece acompañar a sus personajes. Siguiendo la estela del viento, las imágenes de La última película desprenden la imprecisa sensación que describe la novela: “No había absolutamente salvo cincuenta kilómetros de paisaje solitario. Excepto unos pocos ranchos desconchados por la arena, lo único que había que ver era una larga sucesión de crestas castañas atravesadas por el viento. Sonny se dijo que tal vez en Texas llamaban a ese fenómeno “melancolía del Norte” porque era difícil no entristecerse cuando soplaba”.
Los recuerdos, filtrados por la memoria, a menudo se transforman inevitablemente en nostalgia. El relato iniciático y el ejercicio de recuerdo de un universo abocado a desaparecer, tanto dentro como fuera de la pantalla, que componen La última película, están surcados por una profunda nostalgia. La autenticidad que respira este relato, incluso varias décadas después de su realización, puede deberse a que Bogdanovich contó en la elaboración del magnífico guion con el propio autor de la novela Larry McMurtry. Ambos firman una adaptación notablemente fiel a un libro con claras connotaciones autobiográficas. McMurtry vivió el final de su adolescencia en una pequeña ciudad muy similar a la descrita en su novela, y asistió a sus transformaciones a principios de los años cincuenta. Incluso la película se rodó en su localidad natal, Archer City. Gracias a la colaboración de McMurtry, el neoyorkino Bogdanovich consiguió adentrarse en un entorno en principio ajeno, las Grandes Llanuras del estado de Texas. Los fotogramas de la película logran plasmar la intensidad de los recuerdos descritos en la novela, retrocediendo hasta el tránsito entre la adolescencia y los inicios de la edad adulta, un tiempo al que, pese a sus sinsabores, siempre parece que se desearía volver.
Una de las obras más relevantes del cine norteamericano de los años setenta, la magnífica La última película refleja el periodo de tránsito de tres jóvenes hacia la edad adulta, en una pequeña ciudad de Texas. Un relato iniciático, surcado por unas imágenes en blanco y negro que desprenden una profunda nostalgia
El relato iniciático sobre el que se construye La última película sigue el último año de instituto de unos jóvenes en esta pequeña ciudad, entre 1951 y 1952. Un periodo de cambios que se narran a través de Sonny –Timothy Bottoms-, un joven que observa con mirada atenta –en ciertos momentos inevitablemente confusa y ensimismada-, las significativas transformaciones a su alrededor. La pérdida de la inocencia, el despertar sexual, la relación especial con su amigo Duane –Jeff Bridges- y con Jacy –Cybill Shepherd-, una joven con la que ambos conocen los primeros sinsabores amorosos, vienen acompañados por una progresiva toma de conciencia de la realidad, y del futuro que se intuye.
A través de la mirada de Sonny, el film describe la vida cotidiana de Anarene, al tiempo que se adentra en una realidad mucho menos prosaica, que transcurre bajo su aparente quietud. Algunas grietas en su carácter conservador dejan entrever la vida que fluye bajo la moral establecida. Pequeños dramas, mezquindades o relaciones extraconyugales, de las que todo el mundo parece estar al corriente. Por medio de Sonny, el relato recorre una amplia galería de personajes, como Sam, el León -Ben Johnson-, un antiguo cowboy, pionero en estas tierras, Billy -Sam Bottoms- el joven que tiene a su cargo –su inútil afán por barrer las calles es toda una metáfora del inmovilismo de la ciudad-, o Ruth -Cloris Leachman-, la esposa de su entrenador, con la que Sonny iniciará su particular educación sentimental.
Una película de carácter fronterizo
La última película se ha convertido en una obra de carácter fronterizo, tanto por su contenido como por el periodo en el que está realizada, el cine norteamericano a principios de los años setenta. El relato sigue a unos personajes en un momento de tránsito, y refleja las lentas transformaciones de esta pequeña localidad. La más significativa es el cierre del pequeño cine local, en el que se proyectan películas de cine clásico. Un elemento cargado de simbolismo, que trasciende la ficción para reflejar la realidad: toda una metáfora de la situación de la industria del cine norteamericano en el periodo en el que se rueda La última película. Unos años de notables cambios en el sistema de estudios, responsable del esplendor del cine clásico. Bogdanovich forma parte de la conocida como “Generación del nuevo Hollywood”, a la que pertenecen una serie de directores que firmaron sus primeros largometrajes durante estos años, como Coppola, Scorsese, Friedkin o De Palma.
El sistema de estudios arrastraba una notable crisis desde finales de los años sesenta. Resulta reseñable que algunos de los más destacados cineastas del periodo clásico rueden, con serias dificultades, sus últimas películas a principios de los setenta, como Elia Kazan –El último magnate (1976)- o Joseph L. Mankiewicz –La huella (1972)-. Otros maestros habían firmado sus últimas obras a finales de la década anterior -John Ford se despidió del cine con Siete mujeres (1966) y Howard Hawks con Río Lobo (1970)-. La irrupción de los directores del “Nuevo Hollywood” supuso una renovación con excelentes resultados artísticos. Durante un breve periodo de tiempo, estos nuevos realizadores gozaron de cierta libertad creativa y del control final de sus obras. A finales de la década, esta situación se recondujo a un sistema controlado de nuevo por los grandes estudios, en el que estos cineastas se reintegraron, con mayor o menor acierto.
La última película ha quedado como una pieza clave en este tiempo de rupturas, que gravita entre el cine clásico que vivía sus últimas manifestaciones y los aires nuevos de la renovación generacional. Bogdanovich sigue las coordenadas del cine clásico en el planteamiento formal de La última película, frente a las rupturas de estilo que planteaban algunos de sus contemporáneos, y lo homenajea de forma explícita a través las películas que se proyectan en el cine de Anarene. Al mismo tiempo, plantea unos temas que podían interesar plenamente a las nuevas generaciones en los setenta, y que, de hecho, resultan atemporales.
La última película permanece en la memoria fílmica por su carácter fronterizo y las múltiples referencias de Peter Bogdanovich al cine clásico. Una sensible mirada hacia un universo que desaparece, y a la soledad que, en ocasiones, parece acompañar el paso a la edad adulta
Autor de numerosos estudios cinematográficos, Bogdanovich es responsable de un valioso legado, en forma de extensas entrevistas a cineastas, publicadas en varios volúmenes, entre los que destacan sus libros sobre Orson Welles y John Ford. Resulta interesante comprobar las obras a las que se hace referencia en La última película. Es posible distinguir en la marquesina del cine títulos como Winchester 73 (1950) de Anthony Mann o Arenas sangrientas (1949) de Allan Dwan. Al margen de estos pequeños homenajes, establece cierto diálogo entre los largometrajes proyectados y los personajes de La última película. En la primera secuencia en el interior del cine, las imágenes en la pantalla de El padre de la novia (1950) evidencian la brecha entre la candidez de las convenciones amorosas que reflejaba el cine, y las relaciones reales entre los jóvenes, que tenían en las salas de cine uno de sus pocos lugares de encuentro.
En especial, resulta significativo que la última película proyectada antes de la clausura de este cine sea Río Rojo (1948) de Howard Hawks. Sin duda una forma de reivindicar la obra de este cineasta, tal y como años atrás habían hecho los integrantes de la Nouvelle Vague, a través de las páginas de Cahiers du Cinéma. Bogdanovich entiende ciertos paralelismos entre La última película y Río rojo. La larga travesía ganadera del western de Hakws transcurre en las llanuras de Texas, e incide en la relación entre sus personajes masculinos -al igual que en la mayor parte de su filmografía-, unos vínculos que pueden identificarse también entre los protagonistas de La última película. El film proyectado en la novela es The kid from Texas (1950). Sonny y Duane reconocen que se aburren y abandonan la sala antes de que termine. En La última película ambos se quedarán hasta el final de la mítica Río Rojo -la última noche antes de que Duane parta para la Guerra de Corea-, sin duda un homenaje personal del director a Howard Hawks.
Los ecos míticos de las Grandes Llanuras
Al hilo del cine clásico que se extinguía, el espíritu que alienta obras como Río Rojo se encuentra presente en la pureza de las imágenes en blanco y negro de La última película, la profundidad de campo y en las evocadoras panorámicas de los parajes desiertos que rodean Anarene. Esta pequeña ciudad asolada por el viento parece perdida entre las grandes praderas que tantas veces filmaron los directores a los que Bogdanovich admira. Unos horizontes abiertos que también inspiraron a algunos cineastas europeos, que dirigieron sobre ellos su mirada ajena. Autores en tránsito, como Antonioni o Wenders, se dejaron llevar por la fascinación de estos interminables paisajes.
El significado, los ecos míticos que evocan estas llanuras toman una especial relevancia en la secuencia en la que Sam, el León recuerda su pasado de pionero. Al borde de un pantano, relata a Sonny y Billy su llegada a esas tierras cuando eran prácticamente vírgenes, cuarenta años antes, y sus amores con una joven en ese mismo lugar. Durante su monólogo, la cámara se desplaza lentamente, abre un plano que permite observar el paisaje, para acercarse a continuación de nuevo a la imponente presencia del actor Ben Johnson. Con similar convicción, su despedida de Sonny y Duane antes de la escapada de los jóvenes a México, es otro de los instantes que evidencia su melancolía por el paso del tiempo. Con tan sólo una mirada, expresa cómo la vida se le escapa de las manos.
El director logra transmitir en algunos instantes las sensaciones y pensamientos de Sonny tan sólo a través de sus silencios. En especial, construye dos magistrales secuencias que responden a unos momentos muy concretos, relacionados en su carácter de ruptura. Tras conocer la muerte de Sam, el León, Sonny permanece sentado en el suelo, mirando fijamente un semáforo que va cambiando maquinalmente de color. De forma muy similar, desolado por el accidente de Billy, observa el camión que lo ha atropellado y el viento que barre el interior de los billares. A través del encadenamiento de unos breves planos, Bogdanovich consigue que el tiempo quede en suspenso. Estos instantes, en los que el joven permanece silencioso y ausente, se transforman en unas vías de escape narrativo, en las que el tiempo parece dilatarse. En tan sólo unos segundos, es capaz de transmitir la multitud de pensamientos que surgen y se agolpan en el interior del muchacho.
Uno de los aspectos más destacados de La última película es la forma en que Bogdanovich conjuga la interpretación de los jóvenes protagonistas con unos magníficos actores de reparto. Cloris Leachman logró el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria por su conmovedora interpretación de una desdichada mujer de mediana edad, a la que su relación con Sonny parece devolverla a la vida. Un galardón con el que también fue reconocido Ben Johnson, magnífico como Sam, el León. Las imágenes de La última película se encuentran también vinculadas, inevitablemente, a los rostros de sus tres protagonistas. La presencia de Cybill Shepherd, radiante en su primer papel, y en especial las interpretaciones de Timothy Bottoms y Jeff Bridges como Sonny y Duane. Pese a la larga trayectoria posterior de ambos actores, permanecen en la memoria fílmica identificados con estos personajes, a través de la complicidad de sus escenas, la torpe forma de sincerarse, la cohibida manera de demostrarse su afecto.
Texasville, destellos de un reencuentro veinte años más tarde
La última película deja abierto el futuro de sus personajes. Veinte años más tarde Bogdanovich rueda Texasville (1990), y vuelve a Anarene, donde todavía permanece el cine cerrado, ahora en parte derruido. Con guion propio –esta vez sin contar con McMurtry-, este reencuentro tiene muy difícil resistir las comparaciones con La última película, pero permite algo tal vez muchas veces imaginado, volver a un escenario que ha adquirido la condición de mítico en la historia del cine. La trayectoria profesional de Bogdanovich, cargada de problemas y de un lento declinar artístico, parece reflejarse en el desencanto de sus tres protagonistas. Duane volvió de Corea y se convirtió en un empresario del petróleo, ahora agobiado por las deudas y una caótica familia. Jacy regresa a Anarene tras la muerte de su hijo, mientras que Sonny, que nunca abandonó la ciudad, comienza a dar signos de una enfermedad que le hace desplazarse al pasado.
El director ajusta cuentas con el paso tiempo, con la honestidad de huir del sentimentalismo, permitiéndose evocar el pasado con sencillez en unas cuantas escenas. La atención se centra en unos maduros Cybill Shepherd y Jeff Bridges, quienes vuelven a dar vida a Jacy y Duane. Estos antiguos novios del instituto han acumulado experiencias y desilusiones a lo largo de este tiempo. No se permite un reencuentro amoroso, pero sí la complicidad de quienes guardan un pasado vivido juntos. La nostalgia surge en algunos de sus diálogos y miradas, y con más intensidad todavía en el momento que descubren a Sonny, perdido entre sus recuerdos, en el cine abandonado mirando una pantalla inexistente, sentado en el lugar donde siempre lo hacía Billy. Ha tomado el testigo de Sam, el León, y es él quien envejece fuera de su tiempo. Texasville resulta un film irregular, decepcionante respecto a La última película, pero que permite recuperar, por unos breves instantes, algunas de sus sensaciones. El último plano, de nuevo, es una panorámica sobre la ciudad, con el viento constante como único sonido fondo.
La última película pervive en su carácter fronterizo, con sus recuerdos iniciáticos, las referencias al cine con el que creció Bogdanovich en multitud de patios de butacas de Nueva York, y su sensible mirada hacia unos sentimientos con los que se identifican sucesivas generaciones. El inmenso reconocimiento que consiguió en su estreno colocó a Bogdanovich en un lugar destacado entre los directores de la nueva generación. Una posición que no consiguió mantener en una trayectoria progresivamente olvidable.
Tal vez, el único de los largometrajes de su filmografía que ha resistido el paso del tiempo, junto a La última película, sea la estupenda Luna de papel (1973), donde volvió a rodar en las Grandes Llanuras, esta vez del Medio Oeste Americano. El plano final de La última película describe una panorámica en sentido contrario al plano inicial, la cámara se detiene de nuevo ante el cine cerrado, mientras el viento sigue soplando. Un cine que resiste como parte del decorado, testigo del pasado. Una imagen cargada de simbolismo, recordando décadas más tarde que obras como La última película permanecen ligadas a la memoria, resisten el paso del tiempo como este pequeño cine de Texas.
(1) MCMURTRY, Larry. La última película. Ed. Gallo Nero Editores S.L. Madrid 2012.
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