La ciencia del sueño Michel Gondry
Visitas a la realidad
La ciencia del sueño Michel Gondry
“La circunstancia real es que vivo continuamente en mi infancia, deambulo por oscuros pasillos (…) Me desplazo en cuestión de segundos. En realidad, vivo continuamente en mi sueño y hago visitas a la realidad”.
Miguel Laviña Guallart | 24 abril, 2021
El cineasta sueco Ingmar Bergman se confesaba de esta forma en “Imágenes” (1990), un libro donde analiza las claves de su creación artística. Estas palabras de uno de los directores que, con más facilidad se ha movido entre sueño y realidad, podrían llegar a definir a Stéphane -Gael García Bernal-, el protagonista de La ciencia del sueño (La sciencie des rêves, 2006) un joven creativo que parece no poder evitar que su mundo onírico se inmiscuya continuamente en su vida real, y que transita indistintamente entre ambos planos.
Bajo este tímido e inmaduro diseñador gráfico se intuyen los rasgos del realizador Michel Gondry, responsable en este largometraje también de la elaboración del guion, tras desligarse del prestigioso escritor Charlie Kaufman, con quien colaboró en sus anteriores largometrajes Human nature (2001) y ¡Olvídate de mí! (2004). Regresó a París para llevar a cabo este personal proyecto, y le fue posible rodar en el mismo apartamento donde vivió unos quince años antes. A la nostalgia que significa regresar a un lugar de juventud añade un relato en forma de comedia romántica, que también podría estar relacionado con su pasado en la capital francesa. Stéphane se enamora de su nueva vecina, Stéphanie -Charlotte Gainsbourg-, a la que tratará de conquistar, y en quien cree haber encontrado un reflejo de su compleja personalidad.
Gondry no duda en inspirarse en sus propios trabajos para construir el mundo de los sueños de Stéphane, continuando con el ejercicio de autoría que supone La ciencia del sueño. Incorpora buena parte de los hallazgos visuales de los videoclips y pequeñas piezas visuales que realizó durante varios años -en especial para la cantante Björk-, un arte de finales del siglo XX del que fue un rotundo innovador. Vuelca su desbordante imaginación en este espacio onírico para crear un colorista collage de factura artesanal, en ocasiones cercano a una estética naíf. Despliega maravillosas imágenes para ilustrar todo aquello que genera la mente de Stéphane, pensamientos deshilvanados cargados de un humor absurdo, paisajes inexistentes o surrealistas situaciones de un hermoso romanticismo.
Gondry vuelca su desbordante imaginación en recrear el espacio onírico que genera la mente del protagonista de La ciencia del sueño, mediante un deslumbrante ejercicio visual
Al margen de esta deslumbrante factura visual, Gondry logra algo incluso más difícil: aprehender y dar forma a esos escasos minutos en los que confluyen sueño y realidad, instantes suspendidos en una creciente o decreciente inconsciencia, al filo de los que transita Stéphane. Idea unos graciosos mecanismos de conexión entre ambos estados, consiguiendo la increíble sensación de fundirlos en un mismo plano, donde el personaje actúa y habla movido por las injerencias de su subconsciente. Si algo se le podría objetar a la película es que el tratamiento de los tramos oníricos es tan destacado, que acaba generando un acusado desequilibrio con la parte real, que resulta fraccionada, y en algunos momentos incluso desconcertante. Aun aceptando la distorsión de la percepción del protagonista y sus extrañas reacciones, se echa en falta un mayor desarrollo en la relación de Stéphane con cuanto le rodea.
El principal interés de Gondry es analizar el mundo irreal entendido como el refugio interior del artista. Esta sensación parece serle cercana, las dificultades de adaptación de un creador que, ante a una existencia anodina, la rutina o el desamor, opta por la evasión. Stéphane podría ser entendido como el espejo del propio director: un visionario, inventor de absurdas máquinas del tiempo, que se ve abocado a la incomprensión al no lograr transmitir todo aquello que aglutina en su cerebro, y la dificultad de encontrar un espíritu similar, como su vecina Stéphanie, para compartirlo. En este sentido, nada más revelador que la huída para acabar encontrando lo que desea dentro del sueño.
La ciencia del sueño reúne a dos intérpretes que desprenden un especial atractivo para esta historia de amor poco convencional, y que también discurre por ambos planos, real y onírico. La química que surge entre Gael García Bernal y Charlotte Gainsbourg, Stéphane y Stéphanie, en principio tan distintos, mueve los hilos de la comedia romántica. Una sucesión de encuentros y desencuentros, en la que los desajustes emocionales producen una extraña desazón. Comparten momentos intensos e ingeniosos diálogos, subrayados por una estupenda música que ilustra sus sentimientos. En la pantalla se percibe la disposición de los dos intérpretes para secundar los imaginativos juegos del director, su implicación en esta historia de tintes mágicos.
En otra de sus citas, Ingmar Bergman define el cine como el arte que atraviesa nuestra conciencia diurna para tocar nuestros sentimientos: “Al fondo de la cámara crepuscular de nuestra alma. Una pequeña miseria de nuestro nervio óptico, un choque, 24 imágenes luminosas por segundo”. Si el cine no es más que una ilusión, no es extraño que los directores recurran una y otra vez a este medio como el ideal para plasmar otra irrealidad, la de los sueños. Gondry se añade a esta larga lista y encuentra el vehículo para plasmar los suyos con esta radiante propuesta que, si se acepta sin intentar encontrarle toda la lógica, permite disfrutar de una sencilla historia rebosante de ideas divertidas e increíbles imágenes, producto de su inagotable capacidad creativa.
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