Juntos, nada más Claude Berri
Las edades del compromiso
Juntos, nada más Claude Berri
Miguel Laviña Guallart | 23 abril, 2021
El veterano cineasta francés Claude Berri firmó una de sus últimas obras con la adaptación de la novena homónima de la escritora Anna Gavalda Juntos, nada más (Ensemble, c´est tout, 2007), reuniendo para dar vida a la pareja protagonista a Audrey Tatou y Guillaume Canet, dos de los intérpretes más relevantes del cine francés. El origen previo literario -una novela muy popular en Francia- y el innegable atractivo de los intérpretes, fueron el primer reclamo de esta comedia romántica que desarrolla la eterna fórmula del encuentro entre unos personajes algo perdidos, y que logró conectar con varias generaciones de espectadores. Una película que se eleva sobre otras propuestas similares, a través de una construcción que logra equilibrar su componente sentimental con la comedia, junto a ciertas pinceladas de desencanto y el reflejo de la realidad social, propios de la tradición de su origen.
Claude Berri afronta la complicada adaptación del original literario asumiendo la escritura del guion, y revistiendo la película de unas ajustadas formas clásicas. Una solidez narrativa y elegancia formal que en manos más jóvenes tal vez habrían acabado convertidas en un innecesario ejercicio de estilo, con la pretensión de aprehender la contemporaneidad del relato. La realización de Berri permanece convenientemente ausente pero firme, centrándose en la historia y sus personajes. Camille, una joven pintora de frágil aspecto que trabaja por las noches limpiando oficinas, y Franck, un cocinero de apariencia taciturna, que debe hacerse cargo de su abuela, son acogidos en la enorme casa de un excéntrico personaje de origen aristócrata, Philibert. Estos tres personajes, en principio tan distantes, encuentran esta especie de refugio, un lugar donde resguardarse de “la soledad de los inmuebles”, que les hace entablar unos vínculos especiales, al margen de una ciudad entendida como un espacio frío, inhóspito, muy alejado de aquel luminoso París por donde circulaba Audrey Tautou en su recordada Amelie (2001).
El veterano director Claude Berri realiza una ajustada y sólida adaptación de la novela homónima, una comedia dramática con ciertas dosis de desencanto, en la que destaca la complicidad entre Audrey Tautou y Guillaume Canet
En la línea de las comedias dramáticas con aires clásicos, Juntos, nada más se estructura en torno a la progresiva relación sentimental de sus protagonistas, al tiempo que apoya la principal carga cómica en los personajes secundarios. En el primer tramo, la complicada existencia de Camille y Franck transcurre de forma paralela, unos análogos primeros planos anuncian que son dos personajes destinados a encontrarse. Al mismo tiempo, el personaje de Philibert se ve envuelto en diversas situaciones peculiares, generando algunos momentos amables, mientras que la relación entre Franck y su abuela se plasma en varias emotivas escenas, que completan la historia central. De esta forma, mediante unas sencillas pinceladas, Berri muestra los rasgos de la Francia urbana y rural, con un principal escenario interior, una casa que recuerda los restos desechados de unos decorados teatrales -reflejo del ánimo de estos compañeros de piso-, y unos exteriores acertadamente seleccionados y rodados, con la distinguida partitura de Frédéric Botton como telón de fondo. La armonía del conjunto genera la impresión de que el director se esfuerza por dignificar este tipo de comedia, a menudo utilizada de forma rutinaria con pobres resultados.
Esta armonía en el conjunto del relato no saldría adelante sin la complicidad que los dos intérpretes principales desprenden en la pantalla, a través de unas secuencias de creciente sensibilidad. Audrey Tautou –que sustituyó en el último momento a Charlotte Gainsbourg- muestra su mejor registro, la apariencia de una fragilidad que esconde una férrea determinación. Guillaume Canet ha desarrollado una interesante carrera como director, paralela a la interpretación, con títulos como Ne le dis à personne (2006) -por la que obtuvo el Cesar al Mejor director-, Pequeñas mentiras sin importancia (2010) o Lazos de sangre (2013), formando junto a la actriz Marion Cotillard una de las parejas más atractivas de cine francés. Resulta también excelente el trabajo de Lauret Stocker, un actor eminentemente teatral, y de la veterana Françoise Bertin.
La distancia generacional de Berri con la pareja protagonista no le impide trazar un matizado retrato de unos personajes que se encuentran cerca de los márgenes de la sociedad, frustrados en sus expectativas, ejemplo de la dificultad de sobrevivir en el día a día de la ciudad. Juntos, nada más, título tan sencillo como significativo, es una especie de máxima, una inercia que les empuja a seguir los dictados de la razón para evitar los sentimientos, dentro de una sociedad que a menudo aboca a la soledad, y que ha creado nuevos tipos de relación. El relato refleja este miedo a aceptar el compromiso, un paso que es posible llegar a dar, mediante distintas formas y tiempos de afecto.
Claude Berri reduce la voluminosa novela a un metraje adecuado, elimina episodios y personajes paralelos, y no alarga innecesariamente una historia que en su versión fílmica se ajusta al interés de lo narrado. Finalmente se desprende del tono de desaliento y se eleva varios grados por encima de la realidad, bordeando, aunque sin llegar a cruzar, lo excesivamente amable. No hay que olvidar que se trata de un género abierto a la representación de lo inverosímil, en el que casi todo es posible, y en esta cualidad reside también parte de su encanto. Las salas de cine son un lugar donde en ocasiones se acaba sufriendo -cuando no vence el aburrimiento- y, al menos por esta vez, durante un espacio de tiempo que se hace breve, el agradable transcurrir de Juntos, nada más se convierte en un refugio acogedor para una tarde de otoño.
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