En la ciudad blanca Alain Tanner
Retazos desde Lisboa
En la ciudad blanca Alain Tanner
Miguel Laviña Guallart | 8 junio, 2022
He tenido un sueño. Soñé que abandonaba el barco, me iba a la ciudad y alquilaba una habitación. Sin saber por qué. Y allí me quedaba esperando, inmóvil. Soñé que la ciudad era blanca, que la habitación era blanca, y que la soledad y la calma también lo eran. Estoy cansado. Querría volver a aprender a hablar de las cosas.
Estas líneas son deslizadas por Paul, un marinero suizo de un barco mercante, en una de las cartas que envía a su esposa desde una pequeña pensión de Lisboa. Algo más tarde, escribe a esta mujer a la que ama y que le espera en Ginebra: “El tiempo se ha disuelto. El silencio es pesado y ligero”. Paul ha abandonado el barco en el que trabajaba, desembarcando para sumergirse en los contornos imprecisos del sueño que describe en su carta. Una huida que le conduce hasta la inaprehensible luminosidad blanca que envuelve a Lisboa. El cineasta suizo Alain Tanner sigue el recorrido de este personaje, en el que se desdobla con la mirada de un extranjero en una ciudad desconocida, a lo largo del metraje de En la ciudad blanca (Dans la ville blanche, 1983). Una sugerente obra en la que logra aprehender la extraña sensación del tiempo en suspenso, la disolución de los días, a partir del casual desembarco de este marinero en Lisboa, y su decisión de permanecer durante un tiempo indefinido en la ciudad blanca.
Alain Tanner aceptó la propuesta del productor portugués Paulo Branco de escribir y rodar un film en Lisboa, un proyecto que llevó al director suizo a filmar -y conservar en el celuloide para el futuro-, las realidades de esta ciudad a principios de los años ochenta. Una mirada extranjera sobre un país que había recuperado su libertad apenas una década antes -De hecho, en la película fotografía una de las máximas de la historia de Portugal “Viva o 25 de abril” pintada en un muro, la tan evocada Revolución de los Claveles. Unos grafitis que aun hoy en día pueden encontrarse en las encaladas paredes de Lisboa-. Este recorrido lo materializa creando el personaje de Paul, al que da vida el actor alemán Bruno Ganz, uno de los intérpretes fundamentales de la historia del cine europeo. Fallecido en febrero de 2019, el rostro de Ganz quedará indeleblemente unido al ángel Damiel que encarnó para Wim Wenders en El cielo sobre Berlín (1987) y ¡Tan Lejos, tan cerca! (1993), y que En la ciudad blanca consigue una intuitiva y carismática interpretación.
El director suizo Alain Tanner filma Lisboa con la mirada de un extranjero, desdoblándose en el personaje principal, Paul –Bruno Ganz-, con idéntica curiosidad y fascinación por esta ciudad. Una sugerente película en la que logra aprehender la extraña sensación del tiempo en suspenso, la disolución de los días
El director suizo se mueve por esta ciudad con la misma curiosidad y fascinación que el personaje de Paul, a partir de un argumento mínimo, renunciando a la notable carga política que ha distinguido su filmografía, para disponerse a observar la realidad. Paul abandona las entrañas del navío en el que trabaja, ascendiendo desde su ensordecedora sala de máquinas –una fábrica flotante, habitada por locos-, hasta alcanzar la silenciosa y deslumbrante superficie del mar. Poco más tarde, desembarca en Lisboa sin ningún propósito, limitándose a dejar transcurrir los días, dar largos paseos que le ayudan a pensar, contemplar la desembocadura del Tajo desde su pensión, beber o escuchar música. También envía cartas a su esposa junto a pequeños retazos de imágenes sin sonido que graba con su cámara, en forma de mensajes que ella debe descifrar. Y descubre nuevos sentimientos –“Amo a dos mujeres a la vez. Siento confusión y felicidad”-, a través de la relación que comienza con Rosa –Teresa Madruga-, una joven que trabaja en la pensión donde se aloja.
Paul: “Ese reloj va al revés”. Rosa: “No, va bien. El mundo es el que va al revés”.
Paul: “Interesante. Si todos los relojes fueran al revés, el mundo iría como debe ir”.
Paul recala en esta pensión portuaria donde el reloj marcha al revés, y no es extraño que este detalle le decida a tomar una habitación. Toda una metáfora de su desarraigo y confusión, de la necesidad por encontrar un sentido a su existencia. Alain Tanner logra una progresiva identificación entre el estado de ánimo de Paul y el tiempo en suspenso que sugiere la belleza algo decadente de Lisboa. El errático devenir de los pensamientos de Paul se expresa a través de la cadencia de las palabras plasmadas en sus cartas. Mientras, descubre Lisboa mediante las imágenes que graba con su cámara, un granulado celuloide sin sonido a través del que se introduce una doble mirada hacia la ciudad. A las mudas imágenes grabadas por Paul se suma la mirada del director, encadenándose ambas visiones mediante el sugerente y envolvente saxo del compositor Jean-Luc Barbier. Unos fragmentos que expresan la saudade –nostalgia- que desprende la ciudad.
En la ciudad blanca está rodada en su mayor parte en Alfama, uno de los barrios más antiguos de Lisboa. Paul deambula por las inclinadas calles que recorren los antiguos tranvías amarillos, dejándose llevar por los sonidos de los animados mercados, por las voces procedentes del interior de las casas, donde sus vecinos todavía se sentaban en las puertas, por escondidos rincones en los que se agitaban sábanas blancas tendidas en las ventanas. Una Lisboa que en parte ha sido barrida por el tiempo, pero que permanece en el recuerdo de quienes la conocimos en aquella realidad, tal y como muestra la película.
Alain Tanner construye una película esencialmente sensitiva, logrando generar multitud de impresiones y lecturas posibles. En especial, En la ciudad blanca logra aprehender la luminosidad de Lisboa, tal vez creada por la reverberación de la luz atlántica en la piedra noble de sus casas palaciegas, en sus hermosos azulejos, las amarillas y azuladas fachadas, o en sus geométricos adoquines pulidos por el tiempo. Y bajo esta luz blanca, Paul dejará pasar un tiempo que pierde sus contornos, y es donde finalmente decidirá comenzar una nueva etapa de su incierto recorrido.
EN LA CIUDAD BLANCA (1983) – EN IMÁGENES
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