Dulce pájaro de juventud con Paul Newman
La crueldad del primer plano
Dulce pájaro de juventud con Paul Newman
Miguel Laviña Guallart | 29 diciembre, 2021
“La cámara no sabe mentir. La pantalla es un espejo muy sincero. Hay una cosa, Dios nos libre, que se llama primer plano. La cámara se acerca, y tú, tu cabeza, tu cara, quedan encerradas en un marco con una luz resplandeciente. Y todas tus terribles historias reaparecen mientras sonríes”.
Título de hermosas y nostálgicas connotaciones, Dulce pájaro de juventud –Sweet Bird of Youth (1962)- permanece como una de las más representativas de entre las numerosas adaptaciones cinematográficas -casi un género en sí mismo- de las obras del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams. Estrenada en el Teatro Martin Beck de Nueva York en 1959, bajo de dirección de Elia Kazan, tres años más tarde fue el realizador Richard Brooks el responsable de adaptar y dirigir la pieza teatral en la pantalla. Una película que adquiere un carácter algo distinto respecto a la obra de teatro, en base a un guion que se vio obligado a suavizar algunos aspectos del texto original, para poder sortear los códigos morales de la industria cinematográfica. A pesar de estos cambios, Dulce pájaro de juventud mantiene la esencia perturbadora y los sucesivos pliegues sentimentales que envuelven la obra de Tennessee Williams. Una de las principales virtudes de la película es haber respetado parte del elenco original de la obra de teatro -pese a las dudas iniciales de los productores-, en especial de sus dos principales personajes, interpretados por Paul Newman y Geraldine Page.
La etapa de plenitud creativa como dramaturgo de Tennessee Williams, a partir de mediados de los años cuarenta del pasado siglo, se vio notablemente difundida y magnificada a través de la traslación a la pantalla de buena parte de sus piezas teatrales durante las décadas siguientes. La obra de Williams mantuvo una especial relación con el celuloide, que se tradujo en largometrajes de la entidad de Un tranvía llamado deseo (Elia Kazan, 1951), La rosa tatuada (Daniel Mann, 1955), La gata sobre el tejado de cinc (Richard Brooks, 1958), De repente, el último verano (Joseph L. Mankiewicz, 1959) o La noche de la iguana (John Huston, 1964). Además de estas piezas, fue adaptada su novela corta La primavera romana de la señora Stone (José Quintero, 1961) y el propio Williams colaboró como guionista de algunos de sus textos, en Baby Doll (Elia Kazan, 1956) o La mujer maldita (Joseph Losey, 1968).
Título de hermosas y nostálgicas connotaciones, Dulce pájaro de juventud reúne la esencia de las obras de Tennessee Williams. En su adaptación a la pantalla se convierte en un poderoso melodrama, representativo del universo barroco y extrañamente fascinante de su autor
El barroco y extrañamente fascinante universo reflejado por Tennessee Williams encontró en el celuloide una magnífica forma de expresión artística. Un personal imaginario trenzado a lo largo de los años sobre los escenarios, ubicado a menudo en entornos decadentes, sórdidos o asfixiantes, recorrido por personajes atormentados, que se sienten rechazados o en los márgenes de la sociedad, deambulando en el filo del desequilibrio en busca de una verdad sanadora. La mayor parte de sus obras se sitúan en escenarios sureños donde creció, e incorporan rasgos autobiográficos o constantes referencias a su familia -Su hermana, aquejada de diversos problemas mentales, pasó parte de su vida internada en diversas instituciones-. Unas figuras trágicas, aquejadas por la soledad y unas tendencias neuróticas, en las que siempre se intuye una trastienda trazada por sentimientos reprimidos o deseos inconfesables, y que pueden adivinarse entre las líneas de la sonoridad de sus diálogos.
Dulce pájaro de juventud reúne la esencia de las obras de Tennessee Williams y en su traslación a la pantalla se convierte en un estimable melodrama, representativo de las adaptaciones de su autor en aquel periodo. Un relato que tiene como premisa el regreso de un aspirante a actor, Chance Wayne -Paul Newman- a su localidad natal, una pequeña ciudad en Florida, acompañado de una célebre actriz -Geraldine Page-. Una intérprete que ha entrado en una edad madura, y que tras unos años apartada del cine, decide volver a rodar una película. El efecto que le produce verse de nuevo en la pantalla, en lo que cree un error y un fracaso artístico, la empuja a una espiral de huida y olvido, a un viaje sumergida en el alcohol durante un periodo indeterminado de tiempo. Llega a esta ciudad envuelta en unas confusas circunstancias llevada -literalmente- por Chance, al que le vincula una ambigua relación, cuyos sórdidos detalles se va presumiendo conforme avanzan los enfrentamientos dialécticos entre ambos. Resulta espléndido el arranque de la película, unas imágenes de la costa sobre las que sobreimprimen los títulos de crédito, y el recorrido en coche de la pareja hasta llegar a la ciudad.
El director y guionista Richard Brooks, responsable de sólidas y brillantes adaptaciones como El fuego y la palabra (1960) o A sangre fría (1967), aborda con solvencia la realización de Dulce pájaro de juventud, tres años más tarde de haber dirigido La gata sobre el tejado de cinc, uno de los clásicos de Williams en la pantalla. Brooks estructura de forma inteligente un film en el que los distintos elementos giran en torno a las secuencias que comparten Paul Newman y Geraldine Page. La habitación del hotel donde se alojan se convierte en el principal escenario de la película, y Brooks airea este marcado espacio teatral a través de diversas secuencias exteriores, en las que Chance intenta resolver las cuentas pendientes que dejó en la ciudad, y que conforman los hilos narrativos secundarios de la película. De igual forma, el director completa la narración y abre el origen teatral mediante varios flashbacks, que introduce a través de unos elegantes fundidos.
Desde un primer momento, Paul Newman estuvo involucrado en el proyecto cinematográfico de Dulce pájaro de juventud, tras haber interpretado a Chance sobre los escenarios en Broadway. Los productores mantuvieron también a parte del elenco original -Rip Torn, Madeleine Sherwood-, pero la principal duda se planteó respecto a quién interpretaría en la pantalla a la actriz principal. Geraldine Page, considerada una de las mejores actrices de la escena americana, había estrenado la obra con Newman, y realizado una magnifica interpretación el año anterior en el largometraje Verano y humo (1961), basado en otra de las obras de Tennessee Williams. En principio se pensó en una actriz con una mayor proyección cinematográfica, y la productora barajó varias actrices para un papel arriesgado, pero cargado de matices -Curiosamente, Ava Gardner rechazó interpretar este personaje, tal vez por tener demasiadas similitudes con su propia vida-. Finalmente se decidió que Geraldine Page mantuviese el papel, logrando tal vez la interpretación más recordada de su carrera. Una actriz que, aunque no se prodigó demasiado en el cine, fue nominada en ocho ocasiones al Oscar por películas como Ya eres un gran chico (Francis Ford Coppola, 1966) o Interiores (Woody Allen, 1978). Un galardón con el que finalmente fue reconocida por Regreso a Bountiful (Peter Masterson, 1985), una de sus últimas películas.
Las memorables interpretaciones de Paul Newman y Geraldine Page suponen el aspecto más destacado de la película. Richard Brooks construye las secuencias que comparten con una estudiada puesta en escena, en la que fluyen los vibrantes diálogos de Tennessee Williams
El prestigio en la escena y en la pantalla de Tennessee Williams se vio cimentado al coincidir su época más productiva -antes de que a partir de los años sesenta se viese seriamente afectada por problemas personales y numerosas adicciones-, con la irrupción en la pantalla una nueva generación de intérpretes muy atractiva, procedentes del célebre Actor´s Studio -Montgomery Clift, Marlon Brando, Anne Bancroft, James Dean, Eva Marie Saint o los propios Paul Newman y Geraldine Page-. Los personajes de Williams, a menudo crispados, taciturnos o con cierto aire neurótico, se integran de manera especialmente precisa en el método de interiorización de los personajes que practicaban los intérpretes del Actor´s Studio. Tennessee Williams escribió magistrales personajes femeninos, que también fueron interpretados por actrices de la escuela clásica, como Jane Wyman –El zoo de cristal-, Vivien Leigh –Un tranvía llamado deseo, La primavera romana de la señora Stone-, o Katharine Hepburn y Elizabeth Taylor –De repente, el último verano-.
De esta forma, las memorables interpretaciones de Paul Newman y Geraldine Page en las secuencias que comparten se convierten en el aspecto más destacado de la película. Brooks construye estas secuencias mediante una estudiada puesta en escena, unas brillantes composiciones del espacio en las que fluyen los diálogos de Williams. Ambos intérpretes vierten en la pantalla la sabiduría que habían adquirido de estos personajes en el teatro. Estos vibrantes momentos se convierten en la mayor virtud del film, pero también en uno de los mayores obstáculos que arrastra en su conjunto, debido al contraste con el decreciente interés que generan las tramas secundarias que rodean a la pareja, referentes a la relación de Chance con su pasado. Estos tramos, necesarios para completar el largometraje, están rodados de una forma más rutinaria, y la galería de personajes secundarios resulta algo maniquea. A estas circunstancias se añade el hecho de que Brooks se viese obligado a suavizar algunos de los elementos más escabrosos del texto original. Aunque resulta evidente que Chance utiliza sus encantos y favores sexuales para conseguir sus objetivos, y que pretende arrancar un contrato cinematográfico a la actriz mediante un chantaje, la obra de teatro recrea una realidad mucho más descarnada. El film se dirige hacia caminos más convencionales, en especial en su tramo final, provocando que el conjunto pierda algo de fuerza dramática.
A pesar de estos desequilibrios, Dulce pájaro de juventud permanece en el tiempo a través de la entrega e identificación de Paul Newman y Geraldine Page con sus personajes, expresando algunos de los diálogos más célebres y cínicos de Tennessee Williams. Momentos en los que ambos admiten sin pudor sus miserias, reconociéndose como “Monstruos”, los orígenes humildes de Chance –“Vengo del otro lado de las vías del tren”-, la soledad del mundo artístico y la falta de escrúpulos para triunfar –“Llegué a la cima sola y volveré a hacerlo”, consciente de que en Hollywood le espera un “Infierno dorado”-, o las melancólicas palabras respecto al inevitable paso del tiempo y la pérdida de la juventud -otra de las constantes preocupaciones de Williams-, frente al espejo: “La cámara no sabe mentir. La pantalla es un espejo muy sincero. Hay una cosa, Dios nos libre, que se llama primer plano”. Las secuencias que comparten los dos intérpretes, bajo la precisa dirección de Richard Brooks, dan su primer sentido a Dulce pájaro de juventud, un vibrante reflejo en la pantalla del universo de Tennessee Williams.
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