De latir mi corazón se ha parado Jacques Audiard
Melodías interrumpidas
De latir mi corazón se ha parado Jacques Audiard
Miguel Laviña Guallart | 24 febrero, 2022
Título de poética sonoridad, De latir, mi corazón se ha parado (De battre mon coeur s´est arrêté, 2005) supuso la confirmación de Jacques Audiard como uno de los más interesantes directores franceses de los últimos años. Una condición que ha reafirmado a lo largo de su trayectoria con reconocidos y personales largometrajes, como Un profeta (2009), De óxido y hierro (2012) o Dheepan -Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2015-. Con la idéntica y contradictoria intensidad que sugiere su título, De latir, mi corazón se ha parado sigue el recorrido de un joven en París que se debate entre realidades muy distintas. Una obra con la que Audiard logra dar forma a un apasionado y vibrante relato, moldeado a través de un depurado estilo visual, y que en su momento fue reconocido con ocho premios Cesar del cine francés.
Jacques Audiard se inspira en Melodía para un asesinato (Fingers, 1978), oscura película de género dirigida por James Toback y protagonizada por Harvey Keitel, en torno en la delincuencia italoamericana de Nueva York, y que traslada con efectividad al París actual. El personaje principal, Tom -Romain Duris-, es un joven que se dedica a la especulación inmobiliaria en los márgenes de la legalidad, con métodos que incluyen la extorsión o los desalojos violentos. Un submundo de fraudes y delitos a baja escala, en el que parece desenvolverse con soltura, siguiendo los pasos de su padre –Niels Arestrup-. El director describe este escenario con urgencia y precisión en las primeras secuencias, para adentrarse en su verdadero interés por el relato, las distintas contradicciones que recorren este personaje, en especial su pretensión de retomar los estudios de piano para convertirse en concertista, la profesión que ejercía su madre antes fallecer. Un secreto anhelo, radicalmente alejado de la frenética dinámica en la que se encuentra inmerso.
Con la idéntica y contradictoria intensidad que sugiere su título, De latir, mi corazón se ha parado sigue el recorrido de un joven en París –Romain Duris– que se debate entre realidades muy distintas
Los conflictos interiores que atraviesan al personaje principal determinan la propia estructura de la película, que Jacques Audiard construye a través de una sucesión de secuencias que se contraponen, al tiempo que complementan, y que suponen el avance del relato. Tom se debate entre las obligaciones hacia su padre y el recuerdo de su madre identificado con el piano, su interiorizada manera hostil de relacionarse y los destellos de sensibilidad que deja entrever en algunos momentos, la música electro que escucha en sus cascos frente a las sonatas de piano que ensaya una y otra vez. Su continua crispación en los negocios contrasta con la serenidad de sus lecciones de piano –Estupendas las escenas junto a su profesora china, con la que progresivamente consigue entenderse mediante la música-, sucediéndose sus instantes de ira contenida y los momentos de soledad, en los que el piano se convierte en el medio para escapar de la realidad. Jacques Audiard dibuja un complejo y penetrante retrato, en complicidad con la interpretación de Romain Duris, actor que compone los matices del personaje con estilo, imprimiéndole la energía y sensibilidad necesarias.
El palpitante recorrido del protagonista a lo largo de De latir, mi corazón se ha parado se envuelve en un sugerente estilo visual, uno de los signos de identidad del director, tanto por sus poderosas imágenes, como en el complejo montaje sonoro. La siempre elegante música del compositor Alexandre Desplat se combina con varias sonatas para piano y una potente selección de temas musicales, ocupando un primer término de la narración en algunos momentos. Los juegos de luces y sombras, sobre distintos colores saturados, cubren en ciertos instantes el rostro de Tom, al tiempo que las transiciones de estas imágenes recuerdan a los latidos de un corazón. Un personaje que, llevado al límite por unos hechos violentos, se dirigirá desde la oscuridad hacia una necesaria catarsis -significativa, en este sentido, la escena en la que Tom se detiene en la calle, envuelto durante unos instantes en la luminosidad que parece estar buscando-.
El director Jacques Audiard da forma a un apasionado y vibrante relato, a través de un depurado estilo visual. La cámara en mano como medio aproximativo, y una profusión de primeros planos, siguen con insistencia los movimientos del personaje principal, presente prácticamente en cada uno de los fotogramas de la película
La implacable mirada de Jacques Audiard sigue con insistencia los movimientos de Tom, presente prácticamente en cada uno de los fotogramas de la película, con profusión de primeros planos, y el uso constante de la cámara en mano como medio aproximativo. Unos primeros planos que enmarcan el rostro de Romain Duris desde diferentes ángulos, tratando de capturar sus mínimas reacciones, los casi imperceptibles cambios de expresión en su mirada. El director intenta demoler cualquier barrera que le impida adentrarse en el interior de este personaje, en sus recónditos anhelos, dudas y conflictos. Unas imágenes cercanas a la sensación física, y que tiene en las manos de Tom otro de los objetivos prioritarios de la cámara –un conjunto de planos que recuerdan a Pickpocket (1959) de Robert Bresson, el cineasta que de forma más hermosa ha filmado las manos en pantalla-. Los dedos de Tom agitan nerviosamente un mechero, imitan frenéticamente los movimientos del piano sobre la barra de un bar, se deslizan suavemente sobre una partitura e incluso, en ciertos instantes, recuerdan unas manos vampíricas que ondeaban seductoramente, la música como un objeto de atracción al que Tom desea entregarse.
La cámara en constante movimiento de Jacques Audiard, reflejo de la inquietud e insatisfacción de Tom, logrará finalmente alcanzar la serenidad. El plano de unos dedos ensangrentados, siguiendo la melodía de un piano, será la significativa imagen que defina el tortuoso recorrido de este personaje hacia su necesaria redención. De latir, mi corazón se ha parado tal vez es la película más personal de Audiard y contiene las distintas claves de su filmografía. Este intenso ejercicio de introspección reúne elementos que ocupan un primer plano en otros de sus largometrajes. El universo de la delincuencia organizada es abordado de forma frontal en la muy potente Un profeta, mientras que las circunstancias de los inmigrantes desalojados de forma violenta -vistos tan sólo de forma tangencial- serán analizadas con hondura en Dheepan. La fluidez narrativa de este cineasta, adentrándose en distintas realidades, lo convierten en un privilegiado observador de nuestro tiempo.
DE LATIR, MI CORAZÓN SE HA PARADO (2003) – EN IMÁGENES
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