Ascensor para el cadalso Louis Malle
Perdido en un mundo de silencio
Ascensor para el cadalso Louis Malle
Miguel Laviña Guallart | 10 febrero, 2022
Los míticos ecos jazzísticos de Miles Davis, enmarcando unos primerísimos planos encadenados de Jeanne Moreau y Maurice Ronet, declarándose un amor clandestino, dan forma al arrebatador comienzo de Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l´Echafaud, 1958). Primer largometraje de ficción del cineasta francés Louis Malle, una obra que contiene algunas de las imágenes referenciales de un estilo y concepción del cine que, a finales de los años cincuenta, estaba cercano a eclosionar en Francia, la Nouvelle Vague. Louis Malle dio sus primeros pasos en la pantalla de forma inmediatamente anterior a los autores de la Nouvelle Vague, y aunque nunca perteneció a este movimiento, ni estuvo vinculado en sus inicios a la revista Cahiers du Cinéma, comparte algunos aspectos comunes con sus integrantes. Vínculos artísticos y personales que se condensa, y pueden rastrearse, en la soberbia Ascensor para el cadalso.
Estos conexiones iniciáticas de la Nouvelle Vague con Ascensor para el cadalso se formulan con el propio origen de la película, la novela homónima de serie negra escrita por Noel Cälef -género notablemente visitado más tarde por autores como Truffaut, Chabrol o Godard-, rodado en parte en exteriores, que refleja aspectos de la realidad de aquel momento -referencias a la pasada Guerra de Indochina, y en especial al espinoso y candente conflicto en Argelia-, y protagonizado por Jeanne Moreau y Maurice Ronet, unos intérpretes que se convertirían en rostros significativos del cine francés de los años sesenta -sin olvidar una pequeña pero significativa intervención de Jean-Claude Brialy-.
Louis Malle, una de las figuras esenciales del cine francés, firma un brillante primer largometraje con Ascensor para el cadalso. Un relato de serie negra, que incluye ciertos destellos de su impronta personal. El cineasta convierte el periplo paralelo de sus dos personajes principales en una especie de diálogo ininterrumpido en la distancia
El director relata en su extraordinario libro Louis Malle por Louis Malle el origen de Ascensor para el cadalso. Meses después de escribir un guion autobiográfico, rechazado por los distribuidores, llegaría este proyecto: “Mi amigo Alain Cavalier me dio a leer una novela policiaca, Ascensor para el cadalso, y se la propuse a un productor. Me dijo: “De acuerdo, si la haces con Jeanne Moreau”. Jeanne Moreau era entonces una actriz de películas policiacas de serie B. Me reuní con ella y me pareció “estupenda”, calificativo que yo usaba mucho por aquella época. Impuse la presencia de Roger Nimier en el guion y me vi convertido en director de cine a todos los efectos. Tenía 25 años” (1). Sin embargo, antes de filmar su primer largometraje, había acumulado durante unos años una valiosa experiencia. Proveniente de una familia de la alta burguesía del norte de Francia, decidido a vivir por sus propios medios había viajado durante cuatro años como cámara de Jacques Costeau y cogidigido el documental El mundo del silencio -Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1956-. Más tarde, realizó tareas como ayudante de dirección de Robert Bresson en Un condenado a muerte se ha escapado (1956): “Yo le envidiaba, le miraba, él estaba solo, seguía su camino. Un hombre paciente y orgulloso”.
El apasionado diálogo telefónico entre Florence -Jeanne Moreau- y Julien Tavernier -Maurice Ronet-, con el que Louis Malle da inicio a Ascensor para el cadalso, se encuentra recubierto de un palpable aire de fatalidad, un elemento directamente vinculado al cine negro. Una conversación de dos amantes que se declaran con urgencia su amor, y que acuerdan verse cuando “Todo haya terminado”. Julien, un excapitán de la Guerra de Indochina, que trabaja para un poderoso industrial que se dedica a la venta de armas, y Florence, la esposa de éste, han trazado un plan para asesinarlo. A partir de esta premisa argumental -en cierta forma un lugar común de la seria negra-, el relato se divide en dos líneas narrativas, que transcurren de forma paralela a lo largo del film. Pese a algunos elementos que resultan improbables en el argumento -las casualidades en cadena o los errores fatales también son propios del género-, el director logra desarrollar con convicción y una notable pericia técnica las dos líneas argumentales, durante el escaso espacio de tiempo en el que se concentra la ficción.
Las imágenes del largo deambular nocturno de Jeanne Moreau por un París nocturno y lluvioso, acompañada por los metálicos ritmos de la trompeta de Miles Davis, permanecen como las secuencias más significativas de Ascensor para el cadalso
Uno de los aspectos más destacados de Ascensor para el cadalso es el periplo paralelo de sus dos principales personajes, que Louis Malle convierte en una especie de dialogo ininterrumpido en la distancia. Los dos amantes permanecen separados desde el primer momento, pero sus pensamientos, sentimientos o dudas, quedarán formulados en imágenes, recorridas por la cadencia de la voz en off de Jeanne Moreau, o expresados a solas ante sí mismos. El director demuestra una brillante depuración formal construyendo las escenas en las que Julien permanece atrapado en un ascensor de su empresa -Sin duda, sus cuatro años como cámara de Costeau y la admiración por Bresson resultan evidentes en esta pericia técnica, para tratarse de un primer largometraje-. Al mismo tiempo, a través de una serie de secuencias que se complementan, Florence lo buscará a través de un París nocturno y lluvioso, estableciendo un errático diálogo consigo misma, que finalizará con unas contundentes palabras contemplándose en el cristal de un automóvil: “Estoy horrible. Estoy loca”.
Las imágenes del largo deambular nocturno de Jeanne Moreau, acompañada por los metálicos ritmos de la trompeta de Miles Davis, tal vez sean las secuencias más recordadas de la película. Estos emblemáticos travellings de la actriz se complementan con la innata elegancia de Maurice Ronet que desprende en sus escenas, versátil actor que realizó su mejor interpretación unos años más tarde, también bajo la dirección de Louis Malle, en la magnífica El fuego fatuo (1963). El personaje de Julien en Ascensor para el cadalso es el encargado de expresar los pensamientos del director desde el primer diálogo telefónico: “Si no escuchara tu voz, estaría perdido en un mundo de silencio” -Velada referencia al título de su documental Le monde du silence-.
Louis Malle firma un brillante primer largometraje con este relato de género, que incluye ciertos destellos de su impronta personal, y que más tarde desarrollará como una de las figuras esenciales del cine francés. Ascensor para el cadalso fue el comienzo de una carrera algo errática en sus inicios, que comprende títulos como Los amantes (1958), Una vida privada (1962) o ¡Viva María! (1965), años antes de su muy interesante etapa en EEUU. Cineasta minucioso, elegante y reflexivo, Malle encontró los momentos de mayor inspiración en la exploración de sus recuerdos personales y en la revisión histórica, a través de obras de la entidad de Un soplo al corazón (1971), Lacombe Lucien (1974) y la conmovedora y necesaria Adiós, Muchachos (1987). Un director que recordaba de esta forma su oficio: “Cada película es una vida en formato reducido y cuando acaba, cuando se rompen brutalmente esos lazos tan apretados que nos unían a los actores, a los técnicos, es como una muerte. La película se estrena en las salas, se convierte en algo de todo el mundo. Dos horas de su tiempo, dos años del nuestro. Qué oficio tan extraño”.
(1) Louis Malle por Louis Malle. Ed. Semana Internacional de Cine de Valladolid. 1987. El conjunto de las citas del artículo corresponden a este libro.
ASCENSOR PARA EL CADALSO (1958) – EN IMÁGENES
COLABORA
La revista LA ÚLTIMA PELÍCULA no incluye publicidad, con el fin de mejorar la calidad al lector y mantener su independencia. Si desea contribuir al desarrollo de este proyecto, puede hacerlo con la DONACIÓN de cualquier cantidad que le parezca correcta. GRACIAS POR SU COLABORACIÓN.